Por Aranza Pérez Vilchis Rentería.
Nacido del puño y letra del escritor Clive Barker, “Candyman” fue llevado a la pantalla por primera vez en 1978 en formato de cortometraje por su mismo creador; 14 años después, pasó a convertirse en un rostro más en el género del miedo gracias a Bernard Rose. Ahora, casi tres décadas más tarde, el vengativo fantasma de Cabrini Green vuelve a la pantalla para atemorizar a toda una nueva generación, ahora de la mano de Nia DaCosta y Jordan Peele como productor y co-guionista.
Como muchas otra películas en los recientes años, “Candyman” fue retrasado a causa de la pandemia de la enfermedad del coronavirus, siendo estrenada en este reciente mes. El regreso del epónimo ente volvió locos a los medios allá por el 2019, su marketing era esperanzador y cuando se anunció que el ganador del Oscar por mejor guión original, Jordan Peele formaria parte del proyecto las expectativas estaban por lo cielos, ya que el actor y ahora director ha dado mucho de qué hablar, para bien o para mal.
Ha sido verdaderamente difícil llegar una apropiada conclusión con esta secuela, cabe agregar que aún no he podido reconocer con exactitud qué fue lo que salió mal, pero con el propósito de llegar a una resolución me centré en los puntos más básicos para hacerles llegar a ustedes una crítica decente y lo más concisa posible.
No obstante, en mi búsqueda me tope con grandes temas y puntos interesantes que valen la pena ser comentados, pero debido a que mi opinión se extenderá considerablemente me limitaré a compartirles la que fue mi experiencia viendo “Candyman”. Tengo la esperanza de que en este próximo mes del miedo pueda expresarse más a fondo con respecto a la evolución de este personaje y lo que representa.
Sinopsis:
Dentro de la comunidad de Cabrini Green, Chicago, un aterrador mito vive entre sus muros, durante generaciones se habló de un hombre con una gran gabardina y de gancho por mano. Se dice que sólo puede ser convocado recitando su nombre cinco veces frente a un espejo, respondiendo al nombre de “Candyman”.
Arrebatando la vida de aquellos que se rehúsan a creer en él o en su historia. Ahora, en un barrio irreconocible, Anthony McCoy vuelve a Cabrini Green junto a su novia Brianna Cartwright, en busca de inspiración. Pero sus investigaciones despertarán en él obsesión por el enigmático fantasma arrastrándolo a la locura.
Análisis:
Los encuadres de DaCosta son visualmente atractivos y busca rendirle homenaje en más de una ocasión a la película que precedió a esta, sin embargo al estar tan cargado de elementos no podemos apreciar en donde se desarrolla la historia y para aquellos que entran a la sala sin contexto alguno en ningún momento adivinaran que se trata de “La ciudad de los vientos”. No hay ninguna referencia a la ciudad que nos pueda servir como distintivo, bien podría asumirse que se trata de Nueva York o incluso Los Ángeles.
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La reinvención del mito de “Candyman” ha sido de sus puntos estéticos más fuertes , siendo Kara Walker la encargada de tan magnífico teatro de sombras, la lúgubre fotografía de John Gulenserian y la banda sonora a cargo de Robert Aiki Lowe, que ha adaptado el icónico tema “Music Box” para una audiencia totalmente nueva. A pesar de tener tantas ideas “Candyman” se siente como un producto insuficiente, y eso se debe mayormente a su guión.
Tres personas estuvieron a cargo del respectivo guión pero parece ser que la visión y perspectiva de Peele predominó en todas las decisiones creativas. Los personajes se sienten poco naturales, siendo la mayor parte de estos clichés y de relevancia cuestionable.
Transformándolos en caricaturas al introducir su sentido de humor de un modo espontáneo, afectando así la tensión de la película. Peele activamente desconfía de su público, adelantándose a una posible mala interpretación por parte del público “caucásico” recurriendo a una posición defensiva en el que su subtexto se transforma en texto.
Un constante y sofocante monólogo moral que se disfraza de un argumento que invita a su público a la reflexión, aunque su tosca presentación se interpreta más como un rencoroso reproche. Su narración visual y argumental podrían ser productos completamente separados pero no funcionan como uno solo.
Ambas partes se encuentran vinculadas al tema y su estructura se narra cronológicamente, no obstante, pareciese que estas tienen direcciones opuestas, induciendo un ritmo exhaustivo pasando sus primeros 30 minutos. Es quizás el mayor conflicto de todo el largometraje, la carencia de armonía. Como último, he de mencionar que agregar “The Candy Man” de Sammy Davis Jr. fue un maravilloso detalle que personalmente aprecio. Diganme, ¿opinan lo mismo?.
Conclusión:
Pretenciosa. Está más enfocada en transmitir su mensaje sociopolítico que en cómo comunicarlo.
Calificación: 3.5 de 7 vidas. No te la pierdas en Cinemex.