Por Alejandro Pantoja Caltenco
Por alguna extraña razón disfrutamos de esas mentes retorcidas e incomprensibles que disfrutan jugar con nosotros. Nos podemos dar cuenta de ello desde nuestras ex parejas (o incluso parejas actuales en algunos, varios, casos) así como también en las tantas cintas sobre asesinos seriales y de gran intelecto criminal. Por este motivo, y que nunca pasarán de moda, es que de vez en cuando nos encontramos con nuevas películas que intentan explorar a estos enigmáticos personajes y las desventuras que provocan.
En esta ocasión llega a salas mexicanas En el juego del asesino (2018) que busca posicionarse como otro filme que rete a sus personajes y mantenga al espectador al filo del asiento. Me tomaré la libertad de ahorrarle una sinopsis, ya que realmente es un tanto la genérica: un asesino que pone en jaque en múltiples ocasiones a la policía.
El filme resulta una mescolanza de muchas otras cintas; quisieron hacer un villano que tuviera cualidades de John Doe de Seven (1995) y que pareciera tener trastorno de personalidad múltiple como el personaje de James McAvoy en Fragmentado (2016), sin mencionar que el gran plot-twist (no haré un spoiler explícito pero si lo deduce quedará por su cuenta) bien pudo ser extraído de la película dirigida por Christopher Nolan, The Prestige (2006).
El peso de la trama recae en las acciones del antagonista, haciéndolo el motor de la historia. Así que el principal problema lo podríamos encontrar en lo que en este caso es un motor sin mucha fuerza ni definición. Ciertamente, el espectador nunca llega a tener respuestas satisfactorias en cuanto al por qué de muchas cosas, parece ser un sujeto de grandes planes maestros pero la respuesta de todas sus acciones se limitan al hecho de su locura junto con huir, teniendo de paso ganas de hacerle la vida imposible a la policía.
Además, nos encontramos presente un constante recordatorio sobre su amenaza y peligrosidad, pero nunca llegamos a ver el verdadero alcance de ello. Para hacer más claro el sentimiento que provoca, digamos que es similar a cuando uno se encuentra temeroso al dolor que puede ocasionar una inyección y cuando arriba el momento, al final uno ni sienta nada. Así termina siendo el villano, muy mortífero pero resulta que no tanto.
De igual manera, los momentos de clímax siguen la misma línea de quien los provoca, sin conseguir que el público sienta el mínimo temor de lo que les ocurrirá a sus personajes a continuación, ya sea por falta de empatía o escasez de tensión. Por lo que cuando aparecen los créditos y prenden las luces, el filme sólo consigue 2 vidas y media de 7.