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Los que se quedan

Los que se quedan: el pasado como algo tangible y cautivador

Los Que Se Quedan, la última cinta del director Alexander Payne, nos presenta una propuesta de temporada que llega tarde a los cines de México, sin embargo, construye un entorno real, natural y sobre todo, conmovedor. Somos transportados a un mundo situado en la década de 1970, saturado de elementos retro que evocan la nostalgia de una época anterior, una historia anclada a un internado ficticio de Nueva Inglaterra, donde el profesor Paul Hunham, interpretado por Paul Giamatti, se convierte en el cuidador de un grupo de estudiantes desafortunados durante las vacaciones de invierno.

Una atmósfera que evoca la soledad y la pérdida

El filme se sumerge de inmediato en la ambientación arcaica, creando una experiencia visualmente inmersiva. Hunham, un profesor antipático y cáustico, cuya relación con los estudiantes y, especialmente, con Angus Tully, encarnado por el debutante Dominic Sessa, desencadena una serie de eventos cómicos y emotivos. Entre los personajes también destaca Mary Lamb, interpretada por Da’Vine Joy Randolph, una cocinera escolar que lidia con la pérdida de su hijo en la Guerra de Vietnam.

Los que se quedan

La película nos presenta una exploración de la soledad, la pérdida y la construcción de conexiones humanas en un contexto temporal donde la tecnología aún no había eclipsado la importancia del contacto visual. Payne, maestro de la tragicomedia, logra teñir la narrativa con toques de humor irreverente mientras aborda temas más profundos, como las tensiones raciales y de clase, visibles a través de la figura de Mary Lamb y su experiencia como mujer negra en un entorno predominantemente blanco.

Una trama que no pasa de moda

Payne parece estar consciente de que está jugando con tropos familiares del género navideño. La película se beneficia de su enfoque en la familiaridad de los arcos narrativos, permitiendo que la audiencia se sumerja en la calidez temporal de una época pasada. Las secuencias, que incluyen elementos anacrónicos en la banda sonora, revelan una intención de Payne de abrazar la pátina acogedora de la narrativa tradicional.

Los que se quedan

Los Que Se Quedan marca un regreso a un territorio más seguro y conocido, se presenta como una máquina dramática bien engrasada, donde los personajes cascarrabias se ven transformados a lo largo de peripecias cómicas, y donde la amargura cínica apenas es un velo del subyacente humanismo de los personajes, creando una conexión familiar que profundiza el comportamiento de cada uno.

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Paul Giamatti, en el papel de Paul Hunham, evoluciona desde un misántropo glacial hasta un personaje más matizado y humanamente reconocible. La inclusión de Dominic Sessa como Angus Tully aporta frescura a la pantalla, escapando de los estereotipos de un joven adolescente problemático incomprendido con los que el público podría estar más familiarizado. Da’Vine Joy Randolph, conocida por robar escenas en producciones anteriores, da vida a Mary Lamb con una actuación que va más allá de seguir simples diálogos.

Una fotografía cuidada en cada detalle

Aunque la fórmula puede resultar familiar en la filmografía de Payne, la ejecución finamente elaborada, combinada con momentos de humor ingenioso y calidez emocional, hace que la película sea encantadora y difícil de resistir. La nostalgia impregnada en cada detalle, desde la estética hasta las interacciones humanas sin la interferencia de la tecnología moderna, ofrece una experiencia cinematográfica que se siente como un respiro del presente acelerado.

Los que se quedan

Conclusión

Los Que Se Quedan es una cinta que a pesar de su estreno tardío y sus dos horas de duración, logra evocar el pasado como algo tangible y cautivador. Payne, junto con Giamatti y un elenco talentoso, logra crear una obra que no solo celebra la nostalgia de una era antigua, sino que también aborda temas universales de pérdida, conexión humana y el paso del tiempo, mostrándonos un bello mensaje de que en las festividades puedes conocer a las personas menos esperadas para celebrar y entender que no estás solo. Es una vuelta a la autenticidad del drama cinematográfico y un recordatorio de la riqueza emocional que puede ofrecer una película bien ejecutada.

Calificación: 6 vidas y media de 7. Disponible en Cinépolis y Cinemex.

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