Netflix trajo a los hogares una de las propuestas más temerarias del año. Una cinta que es imposible que deje indiferente a su espectador, causando revuelo en todo aquel que la vea. Proveniente del imaginario del realizador Bernardo Arellano, la cinta Fuego Negro trae consigo toda una gama de elementos fantásticos que llegan para rondar por las calles mexicanas.
Franco es un exconvicto que emprenderá la búsqueda de su hermana secuestrada. Para ello, tendrá que adentrarse en la oscuridad y enfrentarse tanto a sus demonios internos como aquellos que merodean el siniestro hotel donde se hospeda. Al mismo tiempo, entablará un romance con una misteriosa mesera, también huésped del hostal.
Seré honesto con usted, fue complicado encontrar cómo abordar la película. Mencionaba anteriormente que la cinta no deja indiferente, y creáme, no le miento. Lo único es que no sé si para bien o para mal. Indiscutiblemente, Fuego Negro pertenece al conocido cine de serie B. Estas cintas suelen ser filmes de género, por ejemplo de terror, ciencia ficción o policiaco, que son financiadas con bajos presupuestos, por lo tanto, también de corta duración. Es de hacer hincapié que eso no quiere decir que sean deficientes. Como en todo, hay buenas y malas películas.
Incluso algunas han logrado posicionarse como verdaderos clásicos del cine, esto debido a que al contar con escasos recursos motiva a sus realizadores a usar su ingenio y hacer más con menos. Ejemplo de ello sería Cat People (1942) de Jaques Torneur quien después pasó a realizar películas de serie A como Días de Gloria (1944). O un caso más reciente y conocido como el de The Evil Dead (1981) del director Sam Raimi, que derivó a una trilogía y una reciente serie de televisión, además de fungir como catapulta para su director, quien después pasaría a dirigir la memorable trilogía de El Hombre Araña (2002-2006) protagonizada por Tobey Maguire.
Sin embargo, Fuego Negro tal vez no repetirá esos escenarios, tampoco el de La invención de Cronos (1993) de Guillermo del Toro, de quien hay cierta influencia principalmente en el diseño de personajes. Es de reconocer el valor por llevar a cabo un filme fantástico en un país donde con trabajos se puede realizar un corto y pareciera que no hay mucho espacio para explorar géneros más puros. Franco, el protagonista, no es el único que se disputa a demonios. La película se enfrenta a los propios al caer en una comedia involuntaria.
Se trata de un filme de anécdotas. Si bien narra el camino que Franco sigue por recuperar a su querida hermana, pareciera que es lo que menos importa. Es el pretexto para mostrar escenarios que el director tal vez se encontraba deseoso de filmar, inclusive las escenas… “íntimas”. Más que en función de la trama, transmiten un efecto de estar gratuitamente sin un hilo que realmente las una.
Pero aún con eso, hay algo que sobresale todavía más. No es con el afán de ser grosero, pero todos los aspectos (exceptuando el máquillaje y la fotografía) resultan acartonados. De las más afectadas es la historia, que sus personajes transportan a un final al que no se entiende del todo cómo se llegó; pero principalmente los diálogos son las grandes víctimas. Será imposible resguardar alguna que otra risa por la incredulidad de lo que se escucha y se ve.
El reto era complicado. El campo desde un inicio se veía difícil de cruzar. La batalla resultó sangrienta. Sin embargo, sea por la razón que sea, se animaron a hacerla. Por eso, Fuego Negro termina resultando como una de las películas más arriesgas del año (también para quien la vea).