Por Ivan Sergei.
Ema a diferencia de la mayoría de películas que intentan llevar una historia del plano real a lo extraordinario, trata de llevar lo extraordinario al plano de la realidad.
La película no podría tener un mejor nombre y es que esta es la historia de Ema (Mariana DI Girolamo), una profesora e intérprete de danza que junto a su esposo Gastón (Gael García) decidió adoptar a un pequeño niño de seis años llamado Polo (Cristián Suárez), sin embargo, la pareja decide “devolverlo” a partir de un incidente con el menor “jugando con fuego”, pronto nos damos cuenta que a pesar de ser verdad, esta solo es una excusa que Ema y Gastón presentan a la sociedad y a ellos mismos para justificar su arrepentimiento de ser padres, sin lograrlo. A partir de esta premisa inicia la película en la que vemos como cada uno de los personajes, tanto el matrimonio, como sus amigos, familiares e incidentales lidian con su propia culpa, todo en torno a la figura casi mítica de este pequeño niño, lo que lleva a conflictos, separaciones, búsquedas y encuentros frenéticos a lo largo de 102 muy disfrutables minutos.
Un elemento a destacar es su hermosa estética pues la fotografía, las coreografías, el montaje y los colores se juntan en un una explosión de sensaciones visuales.
Esta es una de esas historias que apela a la “empatía de lo desagradable”, es decir, nos hace empatizar con el personaje en muchos aspectos que a la mayoría de nosotros nos gustaría decir en público que no sucede. Todos hemos tenido ese sentimiento de querer dejar todo atrás y volver a sentirnos libres y cuando decimos todo es “todo”, nos hemos sentido culpables de odiar algo que deberíamos de amar y nos hemos sentido fastidiados de lidiar con las personas que nos recuerdan una mala pasada.
La culpa al igual que la libertad en mi opinión son los temas principales, y no exactamente la culpa como sentimiento, sino además y por sobre todo el cómo lidiamos con ella, en el qué hacemos después de sentirnos mal, ¿Nos recuperamos? ¿Nos olvidamos de todo? ¿Dejamos la vida pasada y nos alejamos de todo aquello que nos recuerda un trago amargo? o ¿Decidimos actuar? pero si elegimos actuar quizá no todos tendríamos la misma idea que nuestra protagonista.
El final es inesperado e insatisfactorio, pero es exactamente lo que le da la magia, la película nos enfrenta desde el principio con situaciones incómodas, entonces ¿por qué habría de darnos un final de cuento de hadas?
Otra de sus fortalezas son los elementos de humor negro, esos que cuando te ríes inmediatamente piensas que tu reacción debería otra, pero no podemos evitarlo de todas formas.
Uno de los pocos aspectos negativos que encuentro es al pequeño Polo, tanto por el actor que no puedo juzgarlo tajantemente por tratarse de un niño como el propio uso del personaje. El haber creado al principio de la película todo un halo de misticismo alrededor del pequeño pero poderoso Polo, contrasta fuertemente con el momento de su presentación y “re-presentación” ya que en esta última parte pierde impacto al verlo ya por tercera vez.
Otro de los pocos puntos que juegan en contra es el cambio un poco abrupto entre un melodrama con aspectos psicológicos a algo más parecido a una comedia negra, y no es que me contradiga, las bromas me parecieron muy bien hechas, pero creo que el tono general de la película cambió drásticamente aproximándonos al final.
Una película que vale la pena ver cuando queremos salir de lo cotidiano y tomar un ritmo más frenético. Calificación: 5 de 7 vidas.