Por Alejandro Pantoja Caltenco
Ha llegado a tierras mexicanas la nueva cinta del, muy, polémico Roman Polanski, autor de obras como Rosemary’s Baby (1968), Chinatown (1974) o The Pianist (2002). Resulta evidente que el director franco-polaco afronta su situación actual con este nuevo filme, haciendo claro su sentir ante los sucesos en su vida. A estas alturas, Polanski lleva un historial de siete acusasiones en total sobre abuso sexual, los cuales lo han enfrentado a gran presión al grado de refugiarse en Francia al huir de Estados Unidos tras confesar la violación de una niña de 13 años en 1977.
El resto de las acusaciones ha manifestado que son falsas, con el único fin de manchar su nombre. Curiosamente, eso aplica perfecto con la trama de su más reciente trabajo: El oficial y el espía (2019). En esta ocasión, opta por narrar el caso real del capitán francés Alfred Dreyfus a finales de Siglo XIX, quien fue erróneamente sentenciado por traición.
No es la primera vez que el cineasta utiliza su obra relacionándola de alguna manera a su vida personal. Recordamos que la vida de su esposa Sharon Tate fue tomada por los fanáticos de Charles Manson en 1969. La forma en que lo afrontó, fue que en su primer película después del atroz acto se trató de una violenta adaptación de la obra de William Shakespeare, Macbeth (1971).
El cineasta ciertamente busca compararse con el caso Dreyfus, un inocente quien, aporovechando su religión judía, fue acusado de traición por el ejército francés para así encubrir al genuino delator. Todo comienza con una sentencia inapelable y nada fuera de lo común. Conforme la trama avanza, se va revelando la verdad de los hechos y se comienza a armar una guerra interna del ejército entre los cómplices de la mentira y las víctimas sedientas de justicia.
Aunque la película se lleva su tiempo, logra capturar al espectador en esta red de engaños y secretos, en este sucio combate que cuestiona la autoridad. Todo embona perfectamente para que el público se sienta parte de la conspiración, desde el score compuesto por Alexandre Desplat (El discurso del rey 2010), quien ya tiene experiencia en cintas de época, hasta las actuaciones.
Polanski se ve que todavía sabe lo que hace, el problema radica en cuanto a la persona. Este tipo de situaciones obligan a la reflexión en cuanto si se puede separar la obra de un artista. Muy recientemente hubo problemas alrededor de los premios César (los Oscares franceses) debido a las múltiples nominaciones del filme.
Es claro que al descubrir la verdadera naturaleza despreciable de una persona se le critique y se le deba castigar, pero la obra existe más allá de su creador. Tenemos el ejemplo de El triunfo de la voluntad (1935) de Leni Riefenstahl, un documental realizado como propaganda de la alemania nazi por encargo de Adolf Hitler, que aunque todos (o casi todos) estamos conscientes de la ideología dañina que representa, no le podemos negar que se trata de una labor sumamente bien hecha al nivel de que sigue siendo estudiada hasta nuestros días.
Así como se debe reconocer y sentenciar a quien se lo merezca, de igual forma deberían ser tratadas las obras. Por esta razón, El oficial y el espía se lleva 6 vidas de 7.